al paso y con la pasión adecuados, te verás tentado a abandonar tu propia búsqueda de Jesús. “Si él no se va a esforzar por cambiar, si ni siquiera quiere ir conmigo a un consejero, ¿de qué sirve tratar? ¿Por qué tengo que ser la única que lo intenta?” O peor aún, puedes volverte orgulloso y con pretensiones de superioridad moral. “Tal vez no sea perfecta, pero al menos estoy dispuesta a esforzarme por cambiar; es más de lo que puedo decir sobre él”. Hasta el ofensor está en peligro aquí: “Es cierto,